Evolución de la marisma: la desecación y puesta en cultivo de grandes zonas

“Se estima que las primitivas Marismas del Guadalquivir ocupaban una extensión mayor de 300.000 hectáreas en los albores de nuestro calendario. A lo largo de los siglos, la mano del hombre las fue reduciendo, paulatinamente en un principio, y de forma acelerada en los últimos siglos de desenfreno industrial, dejando hoy en día una extensión de aproximadamente 50.000 hectáreas.
No sólo se produce una disminución de su superficie, sino que además se le somete a un estricto control dejando una marisma herida, aislada y alejada de las fuentes primigenias que le dieron su origen: la mar y el río.
Las causas de su desaparición han sido muy variadas:
  • Algunas tuvieron lugar lejos de su emplazamiento, a cientos de kilómetros, remontando el curso del Betis romano. Las primitivas transformaciones de los bosques para el aprovechamiento de la madera o para la sustitución del bosque por zonas de cultivo, aumentaron los procesos erosivos en la cuenca media y alta del Guadalquivir y en la de todos sus afluentes principales. Este aumento de la erosión provocó un incremento del transporte de materiales fluviales que terminaron por depositarse, a lo largo de los siglos, en todo el estuario, llegando a colmatar gran parte de los terrenos marismeños.
  • Ya en el siglo XIX, en plena revolución industrial, hubo una gran campaña contra las zonas húmedas en todo el territorio español: ‘Es un hecho demostrado por la experiencia de los siglos que todo terreno pantanoso es perjudicial para la salud (…)’. Este afán en contra de las zonas húmedas, se ve culminado en 1918 cuando se aprueba la Ley de Desecación y Saneamiento de Lagunas, Marismas y Terrenos Pantanosos, conocida como Ley Cambó, que alentó el esfuerzo devastador convirtiendo, de manera automática, en propietarios de estos terrenos arrebatados al dominio del agua a los responsables de su desecación. 
  • A la desaparición por motivos de salud le siguió, inmediatamente, la transformación de la marisma en zonas de cultivo, en primer lugar con la creación de los regadíos de la margen izquierda, en las inmediaciones de Trebujena, Lebrija y Los Palacios. A estos cambios agrícolas le siguieron otros, con la implantación de los cultivos de arrozal situados en los dominios del Brazo del Este o los emplazados en la margen contraria, en el paraje conocido como la Isla Mayor, junto a La Puebla del Río. 
  • A estas causas hay que añadir: la multitud de actuaciones e infraestructuras que se han realizado a lo largo de todo el estuario del Guadalquivir para la regulación de los caudales de los principales caños, así como del propio cauce del río Guadalquivir que se modificó enormemente para facilitar el tráfico de las embarcaciones. Desde 1795 en la que se ejecuta la primera corta, denominada Merlina, hasta la última efectuada en las inmediaciones de Sevilla en el año 1992, se ha conseguido reducir la distancia navegable entre Sanlúcar de Barrameda y el puerto de Sevilla desde los 127 kilómetros originales hasta el medio centenar existente en la actualidad. Para ello se han seccionado y eliminado progresivamente la intrincada red de brazos y canales naturales que se extendía por todo el estuario, dejando un cauce casi rectilíneo entre la desembocadura y la ciudad de Sevilla. 
Todo ello ha destruido una amplia red de canales naturales que alimentaban el flujo de agua entre la marisma, el estuario y el mar, flujo que en la actualidad es prácticamente inexistente debido a la gran cantidad de brazos que han sido regulados por compuertas, canalizados, o simplemente eliminados mediante su rellenado.
Las Marismas del Guadalquivir todavía no están libres de amenazas como los rumores de futuros dragados que modificarían aun más el intercambio del agua entre el mar, el río y la marisma. En la imagen izquierda destaca la construcción de un dique denominado Muro de la FAO y la desecación parcial de un lucio (zonas de inundación más o menos permanente en la marisma) conocido como el Bocón del Lobo”.

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